Autor: Mauricio H. Romero Olivera.
Maestro en Arquitectura, Investigación y Restauración de Sitios y Monumentos. Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
La noción de patrimonio vinculada a un conjunto de bienes culturales que ostentan valores comunes a una sociedad y que merecen ser preservados para su transmisión a las siguientes generaciones, estuvo ligada desde sus antecedentes más antiguos a las nociones de monumento y civilización, como expresiones de la ‘alta cultura’, depositada en manifestaciones excepcionales del genio humano y sus logros más relevantes.
Es hasta el siglo XX, con la conformación paulatina de un concepto de cultura con enfoque antropológico, en que el patrimonio empieza a relacionarse primero “no sólo a las grandes creaciones sino también a las obras modestas que han adquirido con el tiempo una significación cultural”[i] y después, al denominado patrimonio inmaterial, el cual es definido como “los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas -junto con los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que les son inherentes- que las comunidades, los grupos y en algunos casos los individuos reconozcan como parte integrante de su patrimonio cultural”[ii]; esta noción que amplifica de forma sustancial las expresiones culturales que son consideradas dignas de estudio, conservación y transmisión ha implicado, por ende, la inclusión de nuevas categorías del patrimonio cultural, entre las que se cuenta el patrimonio vernáculo construido.
Más allá de la etimología del término vernáculo[iii], la cual ha originado de inicio algunas discusiones, la consideración de la arquitectura vernácula como parte del universo del patrimonio edificado y como un tema de estudio y reflexión de la historia de la arquitectura, tiene algunos de sus antecedentes en el interés manifiesto que las disciplinas históricas y sociales empezaron a mostrar a partir de escuelas como la de Los Annales, por dilucidar los procesos históricos, los cambios lentos, la historia de lo cotidiano, los microrrelatos, las formas de vida y las prácticas tradicionales, enfoque que es retomado en los planteamientos expresados en obras como la de John Maas, Where Architectural Historians Fear to Tread? (1969), quien “hacía un llamado por una historia de la arquitectura que incluyera lo común, lo colectivo y lo no-occidental”[iv], adjetivos todos ellos aplicables a la arquitectura tradicional o vernácula. Su inclusión como una categoría esencial del patrimonio edificado es ya un hecho, y el menosprecio con el que antes era vista, ha cambiado al punto que:
A nivel mundial esta arquitectura está dejando de ser percibida como reliquia de un pasado romántico, pobre o subdesarrollado, según se vea, para recibir cada vez más atención como bien patrimonial, o sea como algo que merece ser cuidado y protegido.[v]
Pero, una vez que se establece esta actitud de estimación de la arquitectura vernácula, ¿cuáles han sido las reflexiones que ha suscitado el patrimonio vernáculo edificado y cómo se ha abordado su estudio y conservación?
Vivienda vernácula en Cárdenas, Chontalpa, Tabasco.
Fotografía http://www.revista.unam.mx, Torres Zárate, Gerardo.
Una de las primeras dificultades para llegar a un consenso, reside en la complejidad de la naturaleza propia del patrimonio vernáculo, a primera vista ambigua: ¿cómo debe concebirse: como patrimonio material, como patrimonio inmaterial o como ambos? La respuesta es causa de polémica, pues por una parte, algunos estudiosos y la mayor parte de las políticas seguidas por algunas naciones para la conservación de este tipo de arquitectura, privilegian su realidad material, y se alarman ante su ‘pérdida’, mientras que muchos especialistas dedicados a su análisis insisten en que la esencialidad de la arquitectura vernácula no reside en los materiales, sino en la adaptación de los recursos que se logra a través del uso de conocimientos constructivos tradicionales para conformar un espacio habitable acorde a las formas de vida y las prácticas propias de una comunidad. En síntesis, los primeros hacen énfasis en lo material, mientras que el segundo grupo privilegia lo inmaterial. Esta disyuntiva, que se ha pretendido resolver considerando ambos aspecto como implícitos a la arquitectura vernácula, es decir tanto los materiales regionales, como los sistemas de construcción tradicionales, no es un asunto menor a tratar para comprender la arquitectura vernácula y por ende llevar a cabo estrategias que permitan su conservación.
La postura que vincula la arquitectura vernácula con los materiales queda expresada muy claramente por autores como Henry Glassie (2000) quien “postula el uso de materiales locales versus la importación de materiales, como criterio fundamental para definir la arquitectura vernácula” y “asegura que el uso de materiales no regionales borra la memoria de los orígenes naturales y de las relaciones de comunidad.”[vi]
Arquitectura vernácula de piedra. San Pedro Atocpan
Fotografía de Milpa Alta
En contraparte, ya desde 1969, Amos Rapoport, “considera como factor central en la gestación de la vivienda vernácula, los elementos socio-culturales.”[vii] Pablo Chico Ponce de León y Lucía Tello (1996), aunque consideran como condición esencial de la arquitectura vernácula el uso de materiales propios de la región, también hacen énfasis en “el dominio de técnicas y sistemas constructivos ancestrales que se mantienen como práctica viva.”[viii] Paul Oliver (2003), una de las autoridades más notables en cuanto a arquitectura vernácula se refiere, evidencia también su afiliación a la tendencia intangible, al decir que “lo verdaderamente importante es reconocer que es la transmisión humana de la tradición, en relación con la construcción, uso y significado de una obra, lo que le confiere su relevancia a este tipo de edificación.”[ix] En una concepción afín, la Carta del Patrimonio Vernáculo Construido (ICOMOS, 1999) en sus apreciaciones sobre el mismo afirma que:
“El Patrimonio Vernáculo Construido es la expresión fundamental de la identidad de una comunidad, de sus relaciones con el territorio y al mismo tiempo, la expresión de la diversidad cultural del mundo […] constituye el modo natural y tradicional en que las comunidades han producido su propio hábitat. Forma parte de un proceso continuo, que incluye cambios necesarios y una continua adaptación como respuesta a los requerimientos sociales y ambientales.”[x]
Como puede verse, en estos textos se aprecia al patrimonio vernáculo construido no como algo dado, sino como parte de un proceso, lo cual hace obvio que se da entrada a la posibilidad de transformaciones —no arbitrarias, sino como producto de su dimensión histórica— en las prácticas vinculadas a la arquitectura vernácula.
Ruca, hogar de los pueblos Mapuche del Sur de Chile y Argentina
Fotografía http://www.plataformaarquitectura.cl
Esta visión dinámica, que prevalece en el campo académico actual, cuestiona “la concepción estática de la arquitectura vernácula, la autenticidad material como criterio de valoración, la estructura bipolar tradición-modernidad y la linealidad de los procesos históricos involucrados”[xi], considerando a esta arquitectura más como una manifestación de modos de vida, de valores y formas de percibir el mundo y como una expresión de identidad colectiva, cuya esencialidad es dada por la comunidad y la tradición y no tanto por una imagen idílica e impuesta de lo que debería ser.
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[i] Carta Internacional sobre la Conservación y la Restauración de Monumentos y Sitios, “Carta de Venecia”, II Congreso Internacional de Arquitectos y Técnicos de Monumentos Históricos, Venecia 1964, p. 1
[ii] Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, UNESCO, París, 2003, p. 2
[iii] “El origen de la palabra vernáculo, radica en la palabra vernaculus que refiere a ‘nativo’ o ‘esclavo’. El vocablo se utilizó para referir el lenguaje común o característico de una región: un dialecto nativo en contraparte a una lengua culta o literaria. Esta contraposición entre lo común o nativo con lo culto o académico es esencial en el uso del término en arquitectura.” Dell Upton, “The Power of Things: Recent Studies in American Vernacular Architecture”, citado por Catherinne R. Ettinger, La transformación de la vivienda vernácula en Michoacán. Materialidad, espacio y representación, Morelia, El Colegio de Michoacán, 2010, p. 25.
[iv]Catherine R. Ettinger, « Centro y periferia en la historiografía de la arquitectura mexicana » en Catherine R. Ettinger (editora),Situación actual de la Historiografía de la Arquitectura Mexicana, Foro de Historia y Crítica de la Arquitectura Mexicana, México, UMSNH – UNAM, 2008, p. 66.
[v] Mari-Jose, Amerlinck, “Arquitectura Vernácula y Turismo: ¿Identidad para quién?” en Destiempos, Publicación digital bimestral, Año 3, Número 15, México, Julio-Agosto 2008, p. 383.
[vi] Henry Glassie, Vernacular Architecture, citado por Salvador García Espinosa, “El Patrimonio Vernáculo de México. Su conservación en contextos de intensidad migratoria” en Guadalupe Salazar González (coord.), Modernidad, patrimonio, tecnología y diseño. Estudios del espacio habitable, México, Universidad Autónoma de San Luis Potosí/Universidad de Colima, 2009, p. 424
[vii] Amos Rapoport, House, Form and Culture, citado por Catherine Ettinger, La transformación de la vivienda vernácula… op. cit., p. 26
[viii] Pablo Chico Ponce de León y Lucía Tello, “La vivienda vernácula en la zona conurbada: su persistencia y deterioro”, citado por Catherine R. Ettinger, La transformación de la vivienda vernácula…op. cit., p. 28.
[ix] Paul Oliver, Dwellings. The Vernacular House Worldwide, citado por Salvador García Espinosa, op. cit., p. 424
[x] Carta del Patrimonio Vernáculo Construido, México, ICOMOS, 1999, p. 1.
[xi] Catherine R. Ettinger, La transformación de la vivienda vernácula…, p. 30.
[…] como categoría del matrimonio cultural edificado”.,Blogs.esarq.edu.mx., Disponible: URL https://blog.esarq.edu.mx/2014/05/20/laarquitecturavernacula/ (Consultado: 2019, […]