Por Mtra. Arabella González Huezo
Aperitivo
Cuando he recibido visitas foráneas en Guadalajara, una de mis primeras paradas en mi ruta por el Centro Histórico a manera de aperitivo, era el bullicioso Mercado Corona. Allí nosotros, los locales, nos adentrábamos sin complejos a la guzguera, tacos de canasta, gorditas, taquitos de pollo con crema y otras tentaciones. Con la visita internacional tal vez por prudencia estomacal el plan era más bien mirar, pero siempre les compensaba el colorido de las frutas y flores, la oferta de productos regionales, el trajín y el regateo, y sobre todo, la sorpresa de un segundo piso con hierbas medicinales, hechizos y ungüentos para cualquier conflicto en tu vida: amarrar pareja o evitar el mal de ojo, todo esto entre el olor a carnitas y el vapor de la birria.
Después de este sensorial trance, mi ruta seguía encaminada al Instituto Cabañas, atravesando la Cruz de Plazas para cerrar dignamente con el emblemático Mercado Libertad y recomponernos con otra potente estampa de colores, olores y sabores. Tengo que decir que algunos visitantes tomaban más fotos a las etiquetas de los ungüentos para alejar a la suegra, apartar a la amante, ablandar al jefe y otras pócimas, que de los edificios neoclásicos de esta comarca. El atractivo por la comercialización de estos productos milagrosos[1] es una característica de nuestra cultura, aunque usted o yo nunca nos los untemos.
Productos y ungüentos típicos del Mercado Corona.
Entrada
Pero lamentablemente el segundo edificio[2] de uno de los primeros mercados de Guadalajara e icono tapatío, se perdió recientemente consumido por un incendio (04.05.2014). Ha sido un hecho lamentable desde muchos puntos de vista y hoy se habla de una oportunidad para optimizarlo, vincularlo más al espacio público, ampliarlo con estacionamiento, hacerlo más funcional; esto está bien. La nueva estructura deberá ser coherente con su época. Leemos en los diarios que algunos arquitectos ya presentaron sus propuestas y ahora mismo parece que se cuecen muchos proyectos.
Pero el mercado es mucho más que un edificio. Por ello habría que acentuar la diferencia entre el bien tangible, la nueva construcción, y el bien intangible: la histórica actividad mercantil de abasto de símbolos y tradiciones. Así como la importancia de su continuidad como mercado popular.
Por ello permítanme esta reflexión, a manera de plato principal, y un par de peticiones a manera de postre.
Arriba, Mercado Corona a inicios del siglo XX y los restos del incendio de 1910. Abajo, en 1960 y una imagen reciente antes del segundo incendio de 2014.
Plato principal. Lo que representa el Mercado Corona.
Se dice que alimentarse es un acto biológico, pero cocinar un es un acto cultural. La cocina mexicana, así como su sistema de abastecimiento: los mercados, son símbolos y elementos vitales de nuestra cultura y son reconocidos internacionalmente como Patrimonio Intangible de la Humanidad[3]. Al mercado “tradicional” se le llama así por su anclaje antiguo y por su continuidad cultural hasta el día de hoy, pero también se le conoce como mercado “popular” por su origen colectivo y comunitario. Los mercados son herederos del antiguo tianguis prehispánico que se ubicaba de manera itinerante en las plazas y era punto de encuentro entre diversos grupos étnicos, donde se intercambiaban productos provenientes de toda Mesoamérica. De la fascinación por los tianguis dan cuenta en sus crónicas tanto Bernal Díaz del Castillo como Fray Bernardino de Sahagún desde la época de la conquista.
En el periodo virreinal se instalaron los tianguis de manera fija, convirtiéndose en lo que hoy son los mercados. Estos continuaron siendo un punto de encuentro de todos los grupos étnicos y sociales. Innumerables viajeros y escritores que pasaron por aquí lo hacían notar en sus crónicas, como D.H. Lawrence que vivió en Jalisco y en su libro Mañanas en México habla de la comunión que representaba el mercado entre los hombres,
…Sólo esto puede unir a los hombres sin necesidad de las armas, desde que el mundo es mundo. Una brazada de leña, una manta, unos cuantos huevos y tomates son suficientes a hombres, mujeres y niños para cruzar descalzos muchas millas de valles y montañas. Vender, comprar, regatear, cambiar. Cambiar sobre todas las cosas: contacto humano.
Pintura de un mercado tradicional en la época del Virreinato.
Una característica del mercado tradicional es la venta de los productos naturales, locales y de temporada, así como su apego al calendario litúrgico y fiestas religiosas; por ello encontramos diferentes productos en cuaresma, o pan de muerto, calaveritas de azúcar, empanadas del jueves santo, roscas de reyes, etc., así como otros productos alusivos a periodos de regocijo o penitencia. En lo mercados también encontramos el epicentro de la cultura del antojito[4] “el placer de comer por antojo, por gusto, ese pequeño bocado que responde a un capricho esencialmente gastronómico”. Tacos al vapor, dorados, blandos, sopes, flautas, tamales, entre muchos otros.
Y si bien la cocina y los mercados tradicionales son un patrimonio de todos los mexicanos, cada región tiene sus peculiaridades. En Jalisco podríamos decir que el arte popular está muy presente en la cocina y sus mercados: la loza tradicional de Tlaquepaque y Tonalá, las vajillas de cerámica (bruñida, petatillo, canelo) vasos y jarras de vidrio soplado, los manteles, los deshilados, los molcajetes de cantera negra, metates y filtros de agua, la cestería y otros motivos de ornato. Todo ello forma un patrimonio cultural variado, rico y reconocido mundialmente. Pablo Neruda en sus memorias, decía que México está en los mercados.
Lo recorrí por años enteros de mercado en mercado. Porque México está en los mercados. No está en las guturales canciones de las películas, ni en la falsa charrería de bigote y pistola. México es una tierra de pañoletas de color carmín y turquesa fosforescente. México es una tierra de vasijas y cántaros y de frutas partidas bajo un enjambre de insectos. México es un campo infinito de magueyes de tinte azul y corona de espinas amarillas.
Así, en un mercado convergen muchos patrimonios, tangibles e intangibles, muebles e inmuebles. Por ello se considera que es un patrimonio etnográfico[5], entendiendo por esto, el constituido por las manifestaciones culturales inmateriales. Para este caso podríamos decir que lo constituyen el conjunto de elementos inmateriales (la cocina y su sistema tradicional de abasto) los bienes muebles (piezas de arte popular jalisciense) e inmuebles (la arquitectura donde se enclava) y donde todas las piezas en conjunto representan una huella de nuestra sociedad tradicional. Por esto es importante preservarlo a futuro.
El mercado no será la primera vez que mude de piel. Lo importante es que siga siendo, al menos en su mayor parte, mercado popular.
Estampas de mercados mexicanos
La guarnición. El nuevo edificio.
La arquitectura que arropa este patrimonio inmaterial (actividad mercantil) evidentemente no es menos importante. Las edificaciones de los mercados de Guadalajara han constituido un importante legado edificado. Tenemos ejemplos bellísimos que son testimonios del periodo arquitectónico en que les tocó nacer, como el reconocido Mercado Libertad (1958) de atrevidos paraboloides hiperbólicos, obra del arquitecto Alejandro Zohn y distinguido como Monumento Artístico de la Nación (2005); el experimental y moderno[6] Mercado Alcalde obra del arquitecto de origen alemán Horst Hartung ( 1962); el pequeño Mercado Juárez (1949) sencillo y limpio Art Decó en la colonia Americana; los mercados barriales de clara corriente neocolonial, como el IV Centenario (1942) en el barrio de La Capilla de Jesús; y el Mercado del Ayuntamiento (1940) también conocido como el mercado de los elotes en el barrio de Analco, ambas obras del ingeniero Ramiro Gallo. Y muchos otros. El mismo Mercado Corona ya ha perdido dos inmuebles representativos del periodo que se construyeron, el primero neoclásico de (1891) y el segundo moderno (1964) obra del reconocido arquitecto Julio de la Peña. Ahora toca hacer algo propio de la época, el nuevo Mercado Corona tendría que ser coherente con el momento en que le toca nacer.
De arriba abajo: Mercado Libertad, Mercado Alcalde, Mercado Juárez.
Dos peticiones de postre.
Se habla de la posibilidad de inversión de la iniciativa privada…¿Los inversionistas recuperarían su inversión con los pitayeros, hierberos y taqueros? No creo.
Si esto fuera imprescindible para la viabilidad del proyecto, sería necesario que el Ayuntamiento blindase el área de mercado popular en los niveles de mayor accesibilidad e importancia, y que el beneficio y recuperación económica de los hipotéticos inversionistas fuera con las áreas de ampliación para no perder la esencia del bien patrimonial.
Segunda petición. Por su ubicación, dimensiones y por lo que representa como emblema de la cultura popular tapatía, convendría hacer un concurso arquitectónico, serio y transparente, que responda a un riguroso programa, detallado y consensado sobre las necesidades actuales del mercado popular y sus nuevos requerimientos -actividades compatibles-. Que identifique los elementos originales que sobreviven del primer inmueble -que valga la pena conservar- para integrar a la nueva propuesta; que responda a un análisis del entorno para que el nuevo edificio se integre en su contexto, que un jurado calificado, en un ejercicio claro, elija la mejor opción para la ciudad; que se exhiba a todos, que el público conozca las proyectos concursantes y esto se convierta en una sana y estimulante competencia ente nuestros arquitectos mexicanos. Hay muy buenos profesionistas locales, tanto jóvenes como consagrados. Y pocas veces tenemos una oportunidad así.
La destrucción accidental del Mercado Corona ha sido lamentable, pero ahora se nos presenta una gran ocasión para la regeneración y revitalización urbana sin sacrificar un tesoro cultural. Ojalá que los administradores de nuestros recursos no desaprovechen esta oportunidad en beneficio de todos (y de ellos mismos). Las prisas son siempre malas consejeras…
Bajativo
Sirva la destrucción del Mercado Corona como una llamada de atención para revisar al Mercado Libertad, Monumento Artístico de la nación que ha superado por mucho la capacidad de carga para la que fue construido y corre diversos riesgos que el Ayuntamiento deberá supervisar para evitar una tragedia.
[1] Si no milagroso, de menos ingeniosos y divertidos.
[2] El primer edificio también se incendió en el año 1910.
[3] La cocina mexicana fue declarada por la UNESCO patrimonio inmaterial de la humanidad en el año 2010. El expediente está armado con categorías antropológicas y culturales donde los mercados forman un ingrediente indispensable.
[4] Cocina popular y diversidad regional, La cocina del pueblo mexicano, Tradición ancestral, cultura y vigencia. Instituto Nacional de Antropología e Historia, Conservatorio de la cultura gastronómica mexicana, S.C. México, 2009.
[5] De acuerdo a la RAE, la Etnografía es el estudio descriptivo de las costumbres y tradiciones de los pueblos. Actualmente esta categoría no está considerada en la Ley del Patrimonio Cultural del Estado de Jalisco vigente.
[6] Entendiendo “moderno” como producto del movimiento moderno tapatío.
Créditos de imágenes:
1. Portal Vive Guadalajara 2. Fotos históricas de Coplaur, Blog Guadalajara de Ayer, y postal antigua. 3 y 4, Libro Mercados de México 5. Imagen de Pinterest México en los cincuentas, Monografía Horst Hartung, Foto histórica de Coplaur 6. Cuarto Oscuro/Diario 24horas 7. Alejandra Sube.
Arabella, qué texto tan bello: convence por su equilibrio entre razón y pasión. Concuerdo plenamente con todo y especialmente con tus peticiones para postres y el bajativo. Todo el país, nuestra forma de vida y cultura, parece estar cayendo bajo el impacto brutal de la especulación comercial. Voces como la tuya son invaluables. Un abrazo.
Esther Enríquez Portillo.