Esta es la primera entrega de una serie de reflexiones sobre la educación y el aprendizaje de la Arquitectura, que Alejandro Ramírez Ugarte compartirá con nosotros a través de este blog.
1.- Las instituciones de enseñanza.
En México hay aproximadamente tres millones de estudiantes de licenciatura. Si un modesto tres por ciento del total estudia Arquitectura, resulta que hay actualmente cien mil estudiantes en esa carrera. Agregando esta cifra a la de los ya graduados, se me ocurre que la oferta de arquitectos va a superar a la demanda.
Ante tal posibilidad cabe preguntarse: Si muchos de los estudiantes de arquitectura no habrán de ejercer la profesión como productores directos de objetos construidos ¿Cómo debe reflejarse esto en el diseño de los programas académicos? ¿Cuál debe ser el propósito real del entrenamiento? Y, en otra categoría de cuestionamientos: Si una gran proporción de lo construido en el mundo y a través de la historia, especialmente en las zonas no desarrolladas, no es el producto de la práctica profesional formal, entonces ¿Cuál es la justificación social de todo este esfuerzo educativo?
Hay muchas formas de ser arquitecto, quiero decir; no hay una forma única. Desde luego que las instituciones de enseñanza de la arquitectura tienen el compromiso de incluir en sus programas académicos todas las prácticas y conocimientos que componen el ejercicio profesional de una manera responsable y actualizada, tarea relativamente sencilla. Pero además de este compromiso es necesario atender a otro: Aceptar que cada estudiante es diferente en sus gustos, preferencias, capacidades y más cosas, lo que los educadores nombran “zona proximal,” la zona en la que cada persona se interesa y procesa lo que vive y experimenta.
La persona es un compuesto de dos partes. Una se refiere a su naturaleza congénita, que es la que hereda de sus padres y que habrá de variar muy poco a través de su vida, pero que la va a diferenciar de todas las personas que no comparten sus genes. Incluidas en esta parte están varias peculiaridades y capacidades que le permiten destacar en, por ejemplo: las matemáticas, la percepción espacial, la resistencia física, etc. La otra parte es la que la persona va adquiriendo en su experiencia cotidiana e incluye desde los alimentos que ingiere, las personas con las que interactúa y la manera en que lo hace, hasta los percances, sobresaltos, o contusiones cerebrales. Esta parte, adquirida al azar o intencionalmente, también la va a diferenciar de las demás personas. Se han encontrado diferencias aún en gemelos idénticos.
Por lo tanto, un método de enseñanza que no atiende a estas diferencias es no sólo ineficiente e ineficaz, sino que puede tener efectos negativos, pues niega, o no acepta, la existencia de las personas individuales y su diversidad. Los métodos de enseñanza que permiten los procesos de desarrollo de la persona con sus diferentes particularidades, irán conformando el perfil profesional de cada estudiante, y con ello le permitirán a cada quien encontrar su lugar favorito dentro de su entorno.
Estas diferencias de perfil tienen, por su variedad y su adecuación al contexto, una mayor probabilidad de ser socialmente relevantes y productivas.
Lo dicho hasta aquí propongo además que es realmente válido para cualquier profesión. Luego: ¿Por qué Arquitectura?
Alejandro Ramírez Ugarte
Excelente articulo!
Saludos
Qué interesante resulta leer lo que dice Aru, se siente cómo y qué piensan desde la ESARQ.
Este espacio comienza a convertirse en ese lugar para encontrarnos con las ideas de un proyecto como la ESARQ, aunque estemos lejos (pero no alejados).
Gracias por regalarnos estas palabras Aru! Que den partida a nuevas conversaciones.