ZUGZWANG Una revisión de la Colección Carlos Ashida

Por: Alejandro Ramírez Lovering

Pareciera que conocí poco a Carlos Ashida, aunque no porque me faltaran ocasiones para interactuar con él. Participé en varios proyectos que él dirigió, pero siempre hablamos sobre asuntos puramente pragmáticos, aunque el tema mismo fuera el arte.

Después de cada intercambio me quedaba con la sensación de que seguía sin conocerlo en un sentido personal. Ahora me doy cuenta de que en relidad lo conozco mejor que a muchos; de que entiendo su carácter, su actitud, su postura ante la vida, pero no por sus palabras, sino por lo que mostró al mundo a través de sus proyectos de arte y, sobre todo, a través de su propia colección de arte.

Cuando empezaba a pintar me juntaba frecuentemente con amigos a experimentar; uno de ellos era Fernando Palomar. Fernando tenía más carrera que yo, llevaba ya varios años pintando. Por alguna razón nos pareció pertinente acercarnos a alguien que nos orientara en el medio del arte y una de las personas con quienes fuimos fue Carlos Ashida, en los tiempos en que tenía su galería en Av. La Paz.

Era la época del resurgimiento del expresionismo, más figurativo que abstracto, por lo menos en la escena de Nueva York y en varios países europeos, con gente como Julian Schnabel, Gerhard Richter, Sigmar Polke, A. R. Penck, Georg Baselitz, Marcus Lüpertz y Ferrán García Sevilla, entre otros, y que se manifestó en México por lo que estaban haciendo algunos pintores del DF, como Roberto Turnbull, Germán Venegas y Roberto Parodi, por mencionar sólo unos pocos. Cuando llegamos a la galería de Carlos no recuerdo que él haya dicho gran cosa; pero había montada una exposición de Turnbull; creo que eso fue suficiente para darnos una buena idea de lo que era interesante y emocionante en ese momento del arte en Guadalajara y en México.

 

De ahí en adelante seguí asistiendo a las inauguraciones y a las exposiciones que armaba Carlos, y puedo decir que estas visitas definieron en buena medida los fundamentos de mi educación artística. Él siguió más o menos igual de silencioso y discreto como siempre, pero lo que decía con estas muestras era realmente importante. Tuvo tal impacto su labor que no es exageración decir que parte de los cánones de varias décadas del arte en México son producto de algunas de las determinaciones que fue tomando en sus proyectos.

Recuerdo mi primera impresión de una exposición que montó en el Museo Regional, una extensa muestra del trabajo de la entonces futura promesa Julio Galán. La obra de Galán me pareció espeluznante, realmente repelente y de mal gusto. Ciertamente no tenía mucho que ver con el expresionismo al que yo estaba acostumbrado. Pero se sembró en mí una semilla, no sé si era curiosidad, morbo o una pequeña iluminación, que no me dejó descansar hasta que regresé a la exposición, para convertirme después en un ferviente admirador de ese nuevo fenómeno del arte. Posteriormente Galán empezó a sonar en galerías y museos de Nueva York y de Europa, ya con precios montados firmemente en la ola del boom de los ochenta.

En la exposición Zugzwang, que representa, en palabras de la curadora, Mónica Ashida, hermana de Carlos, alrededor de un diez por ciento del total de las obras de la colección, vemos una nutrida muestra de piezas de gran calidad.Los temas son variados: temas que interesan a muchos artistas mexicanos, como la muerte (Chucho Reyes), los animales (Tamayo), lo mexicano (Galán, por nombrar uno), lo sublime que se esconde en lo grotesco, lo heroico que habita lo absurdo, los sentidos exacerbados por alguna sustancia o por la simple contemplación del abismo de la existencia. La irreverencia está también presente, en piezas que denotan un desdén hacia los lenguajes o técnicas tradicionales virtuosistas, pero que concentran una potencia expresiva singular (véanse los óleos y dibujos de Roberto Turnbull); aunque no faltan claras muestras de habilidad ni los guiños hacia los grandes maestros de la tradición occidental (Goya o Max Beckmann, desde la visión de Venegas, por ejemplo).

Carlos Ashida adquirió la reputación de ser un curador que promovía el arte conceptual y contemporáneo, de ese arte que algunos aman odiar. Pero creo que es una fama no enteramente merecida. Creo que Carlos no era especialmente partidario del arte transgresor por la transgresión misma o la irreverencia. Pero tampoco le tenía miedo alguno a aquello que pudiera romper las normas tácitas de buenos modales; sin embargo sería una sobresimplificación caracterizarlo de esa manera. Más bien le interesaba el buen arte, así de simple. Aquello que tuviera una base sólida en la forma primitiva y pura. Ya sea un arte con tintes artesanales o tradicionales, como algunas minuciosas y exquisitas tallas en madera hechas por Venegas, o los mismos gobelinos tejidos en el taller que él dirigía, que comprendían infinitesimales constelaciones de puntos de color de fibras naturales, para completar el efecto de un todo apabullante y glorioso, hasta las expresiones salvajes, desencajadas, desenfadadas y explosivas de Turnbull, o las disimuladas, aparentemente inocentes locuras de Galán. Carlos Ashida tenía una especial habilidad para observar y percibir el arte, como si cada experiencia fuera la primera. Por eso fue capaz de ver más allá de los prejuicios y de los hábitos, tanto propios como de la colectividad tapatía.

La colección de Carlos Ashida es una manifestación clara de la intencionalidad que puede haber en una vida dedicada a la exploración, al descubrimiento y al deleite de lo que llamamos arte. Su alcance temático y formal es demasiado extenso como para intentar caracterizarla de alguna manera muy específica u objetiva, aunque sí está más o menos enmarcada en un espacio temporal y geográfico. Pero me queda claro que se trata de una joya que tiene vida propia, y de la que podemos disfrutar y aprender. La exposición Zugzwang es un regalo que nos han hecho Carlos y sus hermanos Jaime y Mónica, quienes han recibido la estafeta, con todo lo que esto significa. Por eso, hay que aprovecharla como una lección de arte que muy pocas veces se tiene tan a la mano.

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