Por Alejandro Ramírez Ugarte
Esta es la tercer entrega de una serie de reflexiones sobre la educación y el aprendizaje de la Arquitectura, que Alejandro Ramírez Ugarte compartirá con nosotros a través de este blog.
3– Los estudiantes en la ESARQ: el inicio de su proceso.
Los recuerdos de mi vida preuniversitaria tienen dos componentes importantes: El primero es la paternidad incompetente; un padre distante, parco en muestras de afecto o de apoyo, generoso en correcciones y medidas disciplinarias, impositivo y fanático en sus creencias religiosas y una madre sola en la tarea de la buena marcha de la vida familiar. En menor, y sobre todo en mayor medida, veía lo mismo en las familias de mis conocidos.
El otro recuerdo es el de la escolaridad incompetente. En nuestro México la educación primaria y media superior, desde luego con excepciones, es muy pobre académicamente y anticuada en sus métodos, creando en muchos estudiantes un ambiente ajeno e indiferente. Lo que más me llamaba la atención de ese capítulo era que las lecciones no incluían el por qué y el para qué de lo que estudiábamos. Yo no supe hasta muy posteriormente para qué estudiábamos Historia y me apena mi analfabetismo en varios temas.
Hoy en día, después de muchos años, desafortunadamente encuentro situaciones similares: jóvenes inseguros, que necesitan órdenes para actuar, con poca iniciativa y miedo para tomar decisiones, jóvenes con poco dominio de la palabra escrita y hablada y carencias en matemáticas, física y ciencias en general.
También hay que reconocer que los estudiantes llegan a la universidad con muy diferentes biografías, estilos de aprendizaje, temperamentos y necesidades. Con estos antecedentes, la ESARQ los recibe al primer año de la carrera.
Quizás la nota más distintiva y común de esta etapa es el peso de su vida anterior, que aún no se equilibra con su integración a la nueva experiencia. La presencia de conflictos familiares, temores a lo inesperado, inseguridad en su decisión, mezclada con esperanza. Así inician su proceso transformativo.
Después de un período de inclusión más o menos exitosa, el estudiante empieza a intercambiar los sinsabores y frustraciones previos por sentimientos más positivos. Por primera vez empieza a interesarse en el estudio de temas que le parecen prácticos y le entusiasma encontrarles sentido personal a algunos de ellos. Además, el estilo de las relaciones interpersonales en la ESARQ les parece amigable, aceptante y respetuoso. Los estudiantes no tienen miedo de ser vistos y reconocidos individualmente, de hablar. Es un ambiente que favorece el aprendizaje y el desarrollo personal.
Además, al igual que en la mayoría de las escuelas de arquitectura, aunque sólo algunos de los profesores tienen entrenamiento formal para la docencia, la planta la componen profesionistas en el ejercicio de su profesión. Lo que van a traer al aula viene de su experiencia y vivencias personales; trozos de realidad que son fácilmente aceptados por los estudiantes.
Este primer año fue diseñado como una etapa de sensibilización y familiarización con los temas del oficio tradicional, algunos divertidos y novedosos, como los ejercicios expresivo-creativos, el estudio del origen de la profesión y los estilos arquitectónicos y un poco de las cualidades de los materiales y los procesos de construcción. Incluye actividades extracurriculares: viajes de estudio y fines de semana de “encuentro” que fomentan la convivencia y el autoconocimiento. También, los estudiantes experimentan por primera vez el Taller Integrador, un recurso formativo peculiar de la ESARQ en el que participan todos los estudiantes en un mismo espacio, en una dinámica horizontal en la que cada uno decide los proyectos que va a desarrollar. Es común que al principio encuentren esta actividad desconcertante y su propósito difícil de entender.
El estudiante empieza a vislumbrar y, a veces, a reforzar algunos talentos y capacidades propias que le van dando seguridad y aliento. Quizás tenga sus primeras experiencias escolares exitosas.