Por: Arq. Ángela Siqueiros Falomir
Hoy nos congrega una obra de arquitectura muy especial, un proyecto en construcción: la ESCUELA SUPERIOR DE ARQUITECTURA, ESARQ.
Al acercarnos a estudiarla, notamos de inmediato la gran carga creativa, de rebeldías, de ideas innovadoras y también de utopías, que tuvo durante su gestación. Nos consta que posee una cimentación sólida, con largas jornadas de trabajo, de sueños y de insomnio, de cuidado y de sudor para lograrla.
Es momento muy oportuno para agradecer a cada uno de esos creadores y obreros, entre ellos: Alejandro-ARU, el Chato, Gabriel, Enrique, Ann, Javier y muchos más, algunos aquí presentes esta noche. Y también agradecer a la siguiente cuadrilla de constructores, con la dirección de Lilly, quienes continuaron con la edificación que hoy nos reúne y que han hecho también que la ESARQ sea un lugar cada vez más amable.
Al recibir la invitación para sumarme a este proyecto, lo primero fue una gran sorpresa totalmente inesperada; casi muda me fui a casa a preguntarme: ¿por qué? ¿qué significa? ¿es esto algo en que yo creo?
Parte de esas reflexiones las comparto hoy:
Creo y le apuesto a la educación, entendida sí como una vía de desarrollo social y económico, pero también como un derecho humano, y como afirmó la escritora sudafricana Nadine Gordimer: tan esencial como el derecho al aire y al agua.
Confío en la educación como una posibilidad esperanzadora frente a realidades tan adversas, y como diría María Montessori, como un medio para la reconstrucción del género humano. Esperanza en que los seres humanos despertemos y nos avoquemos a la defensa real de la naturaleza, de la vida de la humanidad, de la paz, de la cultura.
Creo en la arquitectura (la verdadera arquitectura) como una responsabilidad fundamental en el conjunto humano, que permite dar lugar a las anteriores: la vida, la paz, la cultura, la felicidad, y además en armonía y respeto con el planeta. Si así la asumimos y trasmitimos, se integran enseñanza y arquitectura.
Creo en la juventud, a quienes confiamos el futuro de la humanidad, del mundo; a quienes heredaremos la estafeta, los sueños, la esperanza y la RESPONSABILIDAD, ante tantas adversidades y tan cuestionables ciudades y espacios en los que se desenvuelve la vida en la actualidad, y creo también en que a través de la arquitectura debemos dar respuestas dignas y mejores.
Una vez aclaradas mis motivaciones, otra pregunta fue ¿Cómo?
Y entre varias otras consideraciones, la que me convenció fue dejar claro que la ESARQ es un proyecto alternativo, diferente a otras escuelas de arquitectura.
A lo largo de mi vida dentro de la enseñanza, siempre ha estado en mí la preocupación de que las maneras convencionales de educar no responden del todo a la natural aspiración humana de descubrir lo infinito y gozoso que es el aprender. Por ello la ESARQ me parece un espacio que busca, que cuestiona, que ofrece vías distintas para acercarse no sólo al conocimiento y a las destrezas de un profesional, sino también a descubrir nuevas maneras de ejercer y aportar a la comunidad desde la arquitectura.
Dentro del “cómo”, empezaron a transitar por mi mente verdaderos MAESTROS que han inspirado con su oficio y con su generosidad mi propio hacer y enseñar arquitectura. Desde los maestros anónimos de las antiguas Grecia, Machu-Pichu, Venecia, Caral, La Alhambra, Yaxchilán, las catedrales góticas, Guachimontones, Paquimé, etc., los maestros virtuales como pueden ser entre muchos Miguel Ángel, Borromini, Alvar Aalto, Louis Kahn, Frank Lloyd Wright, Walter Gropius, Fray Gabriel, Rogelio Salmona, hasta maestros directos como Carlos Morales, Mauricio Pinilla, Carlos Mijares, y muy especialmente mi padre, Felipe Siqueiros y mi esposo Jorge Valenzuela.
Transcribo lecciones de Carlos Mijares para ejemplificar esta transmisión de saberes: “Generar los lugares que constituyen la morada del hombre es una hermosa misión y una gran responsabilidad. […] La arquitectura puede llegar a ser también una pasión y como toda pasión exige entrega y compromiso. Y como toda entrega, impone una participación y propone unos principios éticos que permitirán satisfacciones profundas y propiciarán gozos intensos. Para llegar a experimentar la arquitectura con intensidad es necesario aceptar un conjunto de problemas, plantear una serie de preguntas y poseer un razonable repertorio de respuestas.” (Introducción del libro Tránsitos y Demoras, pag 21)
Estos son algunos de los motivos por los que con gran compromiso y entusiasmo me sumo, nos sumamos Rosalba Pérez, Maruca de la Torre, Eugenio Arriaga y yo, al equipo, con cuchara, nivel, mezcla y ladrillo en mano, a continuar con la construcción de esta noble tarea y obra que es la ESARQ. Así también a apoyar la construcción de nuestro país, hoy, en el día de nuestro emblema nacional, con sus anhelos de esperanza, pureza de ideales y de arrojo y valentía ante las adversidades.
Confiamos en que nos seguirán acompañando en este andar y agradecemos su presencia hoy y en este proyecto.